“El universo de este libro es complejo: no hay héroes, no hay villanos. Por lo menos, no los tradicionales. Estos monstruos son humanos en tanto pueden generar ternura, pero también ser aterradores. El sentido común se pone a prueba. Es un ejercicio un tanto filosófico y obliga al lector a discutir sus propios límites: el bien y el mal, esa línea moral tan delicada.
Todos creemos ser buenas personas, nadie hace lo «incorrecto» pensando que está haciendo lo incorrecto, la inconsciencia o el autoengaño del que obra mal: ahí está lo más temible. Estamos acostumbrados a temer al villano que arma un plan para hacer sus pecados, no al héroe que termina siendo villano”.